El ayuno es una mortificación, que consiste en comer menos por un determinado tiempo. Encierra un sentido de penitencia para lograr la purificación de los pecados.
Oración, ayuno y obras buenas forman la base de una vida verdaderamente comprometida en el campo espiritual: Tob 12,8; Jer 14,12.
Los primeros cristianos practicaron el ayuno: Hech 13,2; 14,23; 1Cor 9,27; 2Cor 6,5; 11,27.
La Iglesia Católica invita a ayunar por lo menos dos días al año: el miércoles de ceniza y el viernes santo.
Por lo que se refiere a la actitud de los hermanos separados, hay que recordar lo que dijo Jesús:
Cuando ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran la cara para mostrar a todos que ayunan. Les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, cuando ayunes, perfúmate el cabello y no dejes de lavarte la cara, porque no son los hombres que deben darse cuenta que tú ayunas, sino tu Padre que está en el secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te premiará (Mt 6,16-18)
Teniendo en cuenta esto, notamos que está equivocada la actitud de muchos hermanos separados. Ellos ayunan para que se dé cuenta la gente y los alabe. Jesús, al contrario, nos invita a ayunar, sin que nadie se dé cuenta. Solamente así el Padre celestial nos dará la recompensa.
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