¿POR QUÉ SOY CATÓLICO?

Nací en una familia católica practicante
Desde que me acuerdo, siempre he rezado antes y después de tomar los alimentos. En mi familia era ley. Siempre he rezado, al levantarme en la mañana y al acostarme en la noche. Nunca en mi familia hemos faltado a la misa del domingo.
Desde los cuatro años aprendí a conocer la Biblia sentado sobre las rodillas de mi abuelo, que me contaba las historias maravillosas de la creación, de Abraham, Isaac, Moisés, David, y especialmente las parábolas, los milagros, las principales enseñanzas de Jesús y el relato de su Pasión, Muerte y Resurrección gloriosa.
Nunca vi a un familiar mío borracho. En mi pueblo (Conversano, al sur de Italia) de unos 20 mil habitantes conocí a un solo borracho. Nunca vi a uno llevar pistola o cuchillo. Mi pueblo era y sigue siendo, un pueblo católico de hueso colorado (aunque también allá últimamente ya empezaron a trabajar las sectas).
Desde los seis años empecé a ir a la doctrina cristiana todos los domingos. A los doce años era «aspirante» en la Acción Católica y al mismo tiempo «delegado» de los niños de seis años (unos treinta), que se llamaban «flamas blancas», el primer paso en la Acción Católica.
A los trece años entré al Seminario y empecé a tener «mi» Biblia. Mi grande ilusión era llegar a aprendérmela toda de memoria, tanto me fascinaba. Logré aprenderme de memoria solamente unos capítulos de San Juan (del 13 al 17), mi libro preferido. Pero después me di cuenta de que se trataba de una tarea imposible y empecé a estudiarla con más detenimiento y la ayuda de algún buen comentario.
A los 21 años entré en un Instituto Misionero, para poder dedicar toda mi vida a la enseñanza de la Palabra de Dios en los lugares más necesitados. A los 29 años llegué a México y me entregué en cuerpo y alma a esta ardua tarea de la evangelización, «la más bella aventura».
Me siento plenamente satisfecho de mi trabajo, aunque sea entre lágrimas, malentendidos e incomprensiones.
Por todo esto, me siento sumamente ofendido y molesto, cuando alguien dice: «La religión católica es mala; los católicos son borrachos, ladrones, peleoneros...; los católicos no conocen la Palabra de Dios; a los católicos les está prohibido estudiar la Biblia...», y cosas por el estilo.
A estas personas quisiera preguntarles: «¿Conocen de veras la Iglesia Católica? ¿Conocen a los verdaderos católicos?» Fíjense que en todas partes hay verdaderos católicos, que conocen y viven su fe en profundidad y tienen una vida honesta, según las enseñanzas de Cristo.
Y si no conocen la Iglesia Católica en sus enseñanzas y en sus mejores exponentes, ¿por qué hablan mal de ella? Juzgan sin conocer, y esto no es correcto. Es claramente ofensivo y seguramente no responde a la enseñanza de Cristo.
Aparte de haber nacido en una familia católica y haber conocido a Cristo en la Iglesia Católica, tengo otras razones para permanecer fiel a la Iglesia Católica, después de un atento estudio de la Biblia.

Cristo fundó una sola Iglesia
Antes que nada, es un hecho indiscutible que Jesús fundó una sola Iglesia. El pasaje de San Mateo es muy claro al respecto:
Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro, o sea Piedra, y sobre esta piedra edificaré MI IGLESIA (Mt 16,18a).
Así que Jesús ya fundó SU Iglesia hace casi dos mil años. Esto no quiere decir que a otro algún día no se le pueda ocurrir la idea de fundar OTRA Iglesia. Este será su problema.
Para mí, lo importante es saber que Jesús hace casi dos mil años ya fundó «Su Iglesia» y que por mi parte yo quiero pertenecer a ella hasta la muerte. Lo demás no me interesa. Todos están libres de hacer lo que les dé la gana.

La Iglesia que fundó Cristo llegará hasta el fin del mundo
Algunos dicen: «Es cierto que Jesús fundó una sola Iglesia. Pero esta se acabó pronto por la mala conducta de sus miembros. Ahora la única Iglesia verdadera es la mía, porque el fundador de mi iglesia fue enviado por Dios mediante sueños y visiones.»
Respuesta: Esto es falso. En realidad, Jesús no dijo que su Iglesia pronto se acabaría, sino que llegaría hasta el fin del mundo, superando todos los obstáculos. Escuchemos lo que dijo Jesús:
Los poderes del infierno no prevalecerán contra ella (Mt 16,18b).
Es decir, habrá problemas, dificultades, traiciones, pero nadie ni nada logrará destruir esta Iglesia fundada por Cristo: ni el judaísmo, ni el paganismo del imperio romano, ni los falsos discípulos de Cristo, ni los gobiernos, ni los ateos, ni la masonería, ni las sectas, ni Satanás en persona. La Iglesia que fundó Cristo, llegará hasta el fin del mundo.
Yo estaré con ustedes, TODOS LOS DÍAS, hasta que termine este mundo (Mt 28,20).
No dijo Jesús: «Si se portan bien, estaré con ustedes; pero si se portan mal, los voy a abandonar y fundaré otra Iglesia mejor, mediante sueños y visiones». Nada de esto. Jesús fundó una sola Iglesia y esta llegará hasta el fin del mundo.
Si otro quiere fundar otra Iglesia, que lo haga; pero no vaya diciendo que es la Iglesia de Cristo. Tenga el valor para decir: «Esta es mi iglesia».

La Iglesia Católica es la única Iglesia que fundó Jesús y llegará hasta el fin del mundo
En el momento actual, frente a una gran cantidad de grupos que se consideran «Iglesia de Cristo», la pregunta es: «¿Cuál es la verdadera Iglesia de Cristo, es decir la que fundó Jesús personalmente, cuando vivió en este mundo, y que cuenta con todos los poderes que Cristo entregó a Pedro y a los apóstoles, como pastores de su Iglesia?».
Sin duda tiene que tratarse de una sola Iglesia y no de muchas, como hay actualmente. Entre todos los grupos que se consideran cristianos, solamente uno podrá decir: «Yo soy la verdadera Iglesia que fundó Cristo personalmente y llegará hasta el fin del mundo; solamente en mí se encuentran todos los medios de salvación que Cristo estableció para sus discípulos; solamente mis pastores cuentan con todos los poderes que Cristo entregó a sus apóstoles; solamente yo tengo la garantía de llevar intacto y sin errores el Evangelio de Cristo hasta los últimos confines de la tierra».
Pues bien, ¿cuál es esta Iglesia? La Iglesia Católica.
¿Por qué? Porque es la única que arranca desde Jesús, la única que puede demostrar su antigüedad hasta llegar a los apóstoles y al mismo San Pedro, el jefe de ellos. Sobre este punto no existe ninguna duda. Tenemos millares y millares de documentos que lo comprueban. (Ver: Lista de los Papas)
Al contrario, todos los demás grupos de hermanos separados tendrán a lo sumo cien, doscientos, trescientos o poco más años de existencia. ¿Cómo podrán afirmar que son la Iglesia que fundó Cristo?
Hermano, ¿permites que te haga una pregunta? ¿Has pensado alguna vez en los orígenes y los actuales jefes de tu iglesia? Estoy seguro de que, los que te hicieron cambiar de religión, te hablaron muy bonito sobre Cristo, pero no te dijeron nada acerca de los orígenes, la historia y los jefes actuales de su religión, mientras te hablaron mal de la Iglesia Católica. ¿Te has preguntado el por qué? Sencillamente quisieron aumentar su grupo, sin manifestar ninguna preocupación por la verdad de las cosas. Y esto está mal. Antes que nada, Jesús nos invita a ser sinceros y a no tratar de engañar a nadie.
Tú me dirás: «Una vez que cambié de religión, me arrepentí, me entregué a Cristo... y sentí muy bonito».
«De acuerdo --te contesto--. Siempre que uno se arrepiente de sus pecados sinceramente, según sus conocimientos y su capacidad, Dios le perdona y le da su paz. Pero no es este el problema. Lo que Jesús vino a traer a este mundo es mucho más amplio. Es como comparar la comida de un pobrecito, que con dos taquitos se siente satisfecho, con otra que cuenta con una gran variedad de platillos sabrosos. En esto consiste la diferencia entre la Iglesia Católica y los demás grupos cristianos. El problema no está en lo que tienen de bueno, sino en lo que les falta».
En realidad solamente la Iglesia Católica posee la plenitud de la verdad y de los medios de santificación. Basta echar un vistazo a los distintos grupos cristianos, para que uno fácilmente se dé cuenta que a un grupo le falta una cosa, a otro le falta otra cosa; uno afirma algo y otro afirma todo lo contrario. Ni modo. Así es cuando cada cual quiere buscar la verdad por su cuenta y no acude a la Única Iglesia, que fundó Jesús y está encargada de llevar el Evangelio a todo el mundo.

Una Iglesia visible
Para la mayoría de los evangélicos, «la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, no se puede identificar con ninguna entidad eclesiástica en particular, sino que se compone de todos los que hayan puesto su fe en nuestro Señor Jesucristo».
Para nosotros católicos, la Iglesia que funda Jesús es precisamente la Iglesia Católica. En realidad, entre todas las iglesias que existen actualmente, es la única que llega hasta Cristo. Las demás tuvieron otros fundadores.
La Iglesia es inseparable de Cristo, porque Él mismo la fundó sobre los Doce apóstoles, poniendo a Pedro como cabeza (Jn 21,15-17). No se puede aceptar a Cristo y rechazar la Iglesia. Dijo Jesús:
El que recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió (Mt 10,40).
Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes (Jn 20,22).
Si no oyere a la Iglesia, tenle por gentil y publicano (Mt 18,17).
La Iglesia es la continuación de Cristo en el mundo. En ella se da la plenitud de los medios de salvación, entregados por Jesucristo a los hombres mediante los apóstoles. La Iglesia es «la base y el pilar de la verdad» (1Tim 3,15), es el lugar donde más se manifiesta la acción de Dios, el instrumento principal para la llegada de su Reino a este mundo.
Así que es un error ponerse a fundar nuevas iglesias o querer escoger la iglesia que más le agrade a uno. La verdadera Iglesia ya la fundó Cristo y no existe otra igual. Por lo tanto, aceptar a Cristo significa aceptar su Iglesia.

La Iglesia y el Reino de Dios
El mensaje de Jesús tiene como centro la proclamación del Reino de Dios. ¿Qué es el Reino de Dios? Es un mundo nuevo, en el cual Dios es el Rey, que actúa con justicia:
Ya llega a regir la tierra; regirá el orbe con justicia y a los pueblos con fidelidad (Sal 96,13).
Por lo tanto es un mundo sin opresión (Is 65,17-25; Is 11,69), donde se vive la fraternidad.
Ahora bien, la Iglesia representa el germen y el principio de este Reino, que va más allá de sus limites visibles, puesto que la elección de Dios se desarrolla también en el corazón de los hombres que viven fuera del ámbito visible de la Iglesia.
Bajo este aspecto, pertenecen al Reino de Dios también personas de buena fe que por ignorancia están metidos en alguna secta o personas de buena voluntad que ni aceptan a Cristo como Salvador, por no conocerlo suficientemente. Estas personas de hecho pertenecen al Reino de Dios, luchan para que éste se consolide siempre más en el mundo y ciertamente Dios los va a salvar.
También sobre este punto hay divergencia entre los católicos y ciertos grupos de hermanos separados que confunden el Reino de Dios con su secta o con su iglesia entendida como la reunión de todos los que aceptan a Cristo como Salvador. Para ellos, los que no creen en Cristo, aunque sea sin culpa, no pueden salvarse ni pertenecer al Reino de Dios. Y esto representa un verdadero absurdo, fundado sobre una actitud completamente fanática, que no tiene en cuenta el amor de Dios y su grande libertad en la manera de intervenir en la historia humana.

Una Iglesia de santos y pecadores
En la misma Biblia se habla de la Iglesia como de un campo, donde crece trigo y hierba mala (Mt 13,24-30). En la primitiva comunidad cristiana, guiada por los mismos apóstoles, había muchos problemas e infidelidades, con casos de mentira (Ananías y Safira: Hech 5,1-11), de inmoralidad sexual (1Cor 5), de inconformidades y chismes, por lo cual los apóstoles tuvieron que establecer los diáconos (Hech 6, 1-7), de envidias (1Cor 3, 1-4), etc.
Entre los mismos apóstoles, ¿no hubo un Judas que traicionó a Jesús y llegó a ahorcarse por soberbia? ¿No hubo un Pedro que negó a Jesús por miedo y después se arrepintió, siguiendo como jefe al frente del grupo de los apóstoles y de todo el rebaño de Cristo? ( Jn 21, 15-17). ¿Por qué, entonces, tenemos que extrañarnos, si en la Iglesia de Cristo de ahora y de todos los tiempos encontramos buenos y malos, santos y pecadores, en todos los niveles? ¿Acaso en el Antiguo Pueblo de Dios hubo puros santos?

El fariseo y el publicano
El pretender una Iglesia de puros santos es una grave tentación que ha dado origen a muchas sectas, que después se llenaron de pecado y llegaron a desintegrarse. En efecto, ¿dónde están ahora las innumerables sectas que se formaron durante el primer milenio de la Iglesia? Todas desaparecieron.
A este propósito es oportuno recordar la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14). Hay que desconfiar mucho de los que pretenden ser santos como el fariseo y desprecian la Iglesia Católica, porque en su seno hay pecadores. Acordémonos de que el pecado más grave no es la borrachera o la prostitución, sino el orgullo, el sentirse bueno y despreciar a los demás. Y éste fue el pecado de los fariseos, aferrados a su cumplimiento de la Ley y cerrados a la verdad, por lo cual no reconocieron al Mesías.

El ejemplo de la familia
Además la Iglesia es como una familia. Y como en cada familia, hay de todo: hermanos que se portan bien y hermanos que se portan mal. Hasta los mismos papás pueden tener defectos.
Pues bien ¿qué pensarías de un hermano que dijera: «Puesto que en mi hogar hay muchos problemas, me voy a vivir en la casa del vecino, donde hay pura paz y tranquilidad»?
Sin duda no estarías de acuerdo con su actuación. En efecto, en lugar de ayudar a resolver los problemas de su familia, con su decisión los aumentaría más. Y es lo que está pasando con muchos católicos. En lugar de ayudar a resolver los problemas que existen dentro de la Iglesia, la abandonan y después hacen todo lo posible para seguir sacando a otros. Y esto está muy mal.
Así que nunca se te ocurra a ti hacer algo parecido, y si ya lo hiciste por ignorancia, orgullo o malos consejos que te dieron, arrepiéntete de una vez y regresa a la única Iglesia que fundó Cristo personalmente cuando vivió en este mundo y que nunca se acabará. Acuérdate: «Cometer errores es humano; perseverar en ellos es diabólico».

Confianza en Cristo
«Maldito el hombre que confía en otro hombre» (Jer 17,5), dice la Biblia. Yo, por mi parte, prefiero mil veces confiar en Cristo, que fundó la Iglesia Católica y le aseguró que iba a durar hasta el fin de los tiempos, que en otros hombres que fundaron otras iglesias. Según ellos, Jesús no tuvo el poder para cumplir con su promesa de que su Iglesia duraría para siempre, hasta el último día. Mientras ellos sí que tienen este poder. Ellos se consideran más poderosos que Cristo, puesto que sus iglesias nunca van a desaparecer. ¡Pobres ilusos!
Pasarán los siglos, surgirán y desaparecerán las sectas... pero la Iglesia Católica, la única Iglesia que fundó Jesús, seguirá siempre adelante, entre problemas, éxitos y fracasos, hasta el día en que Cristo regrese a juzgar a los vivos y a los muertos.
Por lo menos, esta es mi fe inquebrantable en Cristo y en la Iglesia que Él fundó y a la cual me siento orgulloso de pertenecer.

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